Tomás Hernández Negrín es un apasionado del telar. Desarrolla su trabajo en un amplio chalé en los alrededores de Candelaria, literalmente invadido por tejidos y lanas. El comedor ha dejado de existir como tal, para convertirse en taller y escaparate de su trabajo, lo mismo que el vestíbulo y el salón. Nada más entrar, un marcado olor a naftalina advierte que se está en territorio textil. Ocupan el espacio varios telares. Hay uno de aspecto muy arcaico que llama la atención. Tomás lo compró en Tarrasa (Barcelona), y tiene unos 37 ó 38 años; es pequeño y semimecánico. Le incorporó un menudo motor eléctrico y, debido a su tamaño, lo utiliza para confeccionar prendas de menos de 40 centímetros de ancho, como el fajín. Trabaja con cuatro lizos, y en ocasiones elabora en él fulares de seda importada, de hasta 960 hilos. Lo mismo que Alberto Mora, hace el urdido directo (con un tambor), y teje a veces con más de cuatro lizos.
Tomás es de origen gomero y se estableció durante una década en Venezuela. Allí hacía tejidos en maquinarias de punto, luego me vine a Tenerife y me puse a trabajar de cocinero durante 25 años. Un día vi tejiendo a una persona y aprendí un poquitín, y luego con un libro. Todo está en los libros. Como oficio, dedicado plenamente, llevo tres años; como hobby, unos 15.
Comenta que el hecho de ser hombre no ha suscitado especial resquemor en un mundo esencialmente femenino, aunque sí los métodos que emplea: Hay gente que me dice que soy semi-industrial y que no soy artesano porque las lanzaderas van de un lado a otro solas, dice con cierta ironía. No se limita a la producción de tejidos para los trajes tradicionales. Además, tiene piezas de su propia creación e investiga constantemente en nuevas técnicas, materiales y modelos personales. Soy inquieto. Sí te paras en una sola cosa no evolucionas. Hago fulares, tejidos y telas para trajes, en seda, lino y algodón. Luego está lo tradicional. Casi todo lo trabajo con materiales naturales, aunque últimamente también empleo fibras metálicas y lamés. Algunas de las telas para trajes llegan a alcanzar los 50 y 60 metros de longitud.
En la mesa de comedor se apilan libros sobre telares de todo el mundo, muestras de lanas y materiales de lo más exótico, que Tomás consigue mediante sus amigos o a través de sus propios viajes. Además de la tradicional lana de churra, usa lana merina para los trajes de Lanzarote y Fuerteventura. Para la urdimbre utiliza lana o lino, según el efecto deseado. En ocasiones especiales emplea también merina australiana -increíblemente suave y resistente- para la urdimbre, y merina española para la trama; todo un lujo.
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